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Chocolate & Honey (V): What We Left







Ella sonrió ligeramente.
  • No sé quién es usted, sinceramente, pero dudo mucho que sea mi padre – avanzó algunos pasos hacia mí, pero no se acercó mucho -. O se mantiene extremadamente joven.

En eso tenía razón, ya que tendríamos edades bastante parecidas. No parecía superar la treintena, mientras yo aparentaba mis treinta y cinco y quizá alguno más.
Algo me decía que ella me creía, en el fondo, luchando contra todo brote de razón que pudiese surgir. Yo tampoco entendía lo que había pasado allí, pero estaba inexplicablemente más tranquilo.
  • Mi valeroso padre falleció veinte años atrás, junto a mi madre. Sus cuerpos nunca fueron encontrados -sonrió con tristeza – pero supongo que usted ya sabría eso, fue una noticia de extrema importancia: su hija de quince años al mando de todo.


Vivian se sentó abatida en la barra del bar. Una chica sola en un lugar como aquel habría sido un objetivo demasiado fácil, pero llevaba un par de revólveres colgados en la despampanante cadera y unos preciosos labios apretados para no llorar. Tenía los ojos empañados, pero las lágrimas no se atrevían a alejarse demasiado de unos preciosos ojos verdes como aquellos.

  • Dame una botella de absenta. Puedes dejarla aquí – llevaba todo el dinero que había sobrado de su largo viaje junto a Derek, y no le importaba malgastarlo todo en una noche como aquella. No podía llorar, pero necesitaba distraerse.

Un desconocido algo encorvado se sentó también en la barra con aspecto cansado. Llevaba el pelo castaño revuelto y los ojos hinchados.
  • Ajenjo bien cargado, Tobías – hablaba con voz ronca y en un tono más bien bajo.
Ambos bebieron en silencio durante casi una hora, hasta que el supuestamente nombrado Tobías se acercó al hombre que había llegado después. Parecían conocidos, por la forma de dirigirse el uno al otro y las miradas que intercambiaban.
  • Venga, hombre... ¿qué ha pasado? ¿Te han echado del trabajo?
  • Peor que eso, amigo. Acabo de darme cuenta de que he cometido la mayor estupidez de mi vida.
  • Podrías haberlo pensado mejor antes de irte... - Vivian se coló en la conversación porque sabía que le interesaba- Pero no puedo echártelo en cara, papá.

Edward lloró de nuevo, esta vez de alegría, mientras se fundía en un abrazo con su hija. Acababa de perdonarlo, y es pensaba cumplir su parte del trato tan eficientemente como pudiese.
La mirada de aprobación de Tobías auguró una ronda por parte de la casa para amenizar el momento. Y, una vez más, todos se alegraron por el beneficio propio y no tanto por el ajeno.

En privado parecía más amable. Me miraba de cerca, como si buscase algo dentro de mis ojos, pero nunca parecía convencida del todo.
  • Sabía que algo así pasaría en algún momento. Mi padre me lo dijo... pero no creo que debiera contárselo – parecía confusa, emocionada y algo estresada... demasiado para un cuerpo tan menudo -. Han pasado mil cosas en este tiempo, y yo ahora estoy prometida... no quisiera darle más problemas.

Casi había olvidado a mi gigantesco yerno. No lo odiaba como antes, aunque ciertamente confiaba en el buen criterio de mi hija para escoger un chico responsable y agradable. Luna... tan guapa como su madre.

  • ¿Qué ocurrió conmig...con tus padres? - se me hacía raro hablar de mí mismo en tercera persona, pero tampoco tenía otra opción.
  • Realmente, nada. Decidieron dejar la atareada vida de la corte y retirarse a un pueblecito parisino bastante agradable. Sólo los he visitado un par de veces, porque el viaje es larguísimo y aquí tengo mil cosas que... - reparó en que yo seguía allí. Se había enrollado charlando, como su madre - En fin, que simplemente simularon su muerte ante todo el reino y me dejaron al cargo. Yo era joven y ambiciosa, así que lo tomé con mucho gusto... y no puedo quejarme – sonrió con malicia -. Mis padres son... sois – rectificó – unas personas maravillosas.
    No pude evitar levantarme y darle un abrazo. Era mi hija, aunque en aquel momento nos llevásemos unos cinco años, pero sentía una sensación de cariño incipiente.
  • Prácticamente todos los detalles relevantes de su vida los escribieron en aquel diario – me señaló un cuaderno pequeñito, precioso, en el que seguramente hubiesen escrito sólo lo fundamental y más importante -. Aunque no sea muy extenso, seguramente te descubra todo lo que necesites saber acerca del futuro...Tu futuro, que viene a ser mi presente – puso los ojos en blanco, sonriendo ligeramente. Tenía los labios finos y suaves de su madre.
    No quería leerlo, no me importaba saber dónde estaba ni qué iba a hacer. Tenía una vida preciosa por vivir y una hija maravillosa por conocer. Tampoco entendí muy bien cómo había llegado hasta allí, ni cómo podría volver.
  • Mi padre me contó algo sobre esto, pero ya entonces lo recordaba de manera muy vaga. Tienes que volver al lugar desde el que llegaste, y así vivirás de nuevo una vida normal junto a una esposa ejemplar. Antes tenía miedo de no llegar a ser tan feliz como mamá... pero ya ves que no tengo motivos – sonreía orgullosa. Estaba impaciente por verla, la verdad. Se me antojaba una eternidad desde la última vez que me acosté a su lado. En aquella misma cama...



    Vivian y Edward llegaron cuando ya era noche cerrada. La puerta no estaba cerrada con llave, pero la bella mujer ya se había entregado a los brazos de Morfeo.
    Vivian no pudo evitar emocionarse mientras su padre se acercaba a la gigantesca cama que ahora ya parecía adecuada.
Llevaba mucho tiempo deseando presenciar un momento así, después de tantísimos años.

Un beso en la mejilla, uno casi imperceptible, indicó a la mujer que debía abrir los ojos. Se había despertado al oler aquella fragancia que a veces le llegaba entre sueños, pero no quiso mover los párpados hasta que no supiera si de veras era su marido esta vez.
  • Oh, Edward... - sus ojos verdes se empañaron de felicidad. Era un sueño hecho realidad, y ahora se sentía capaz de todo.
  • No pretendo que me perdones sólo con esto... también te he traído flores – aunque había traído sus mejores ropas, se sentía muy inferior a aquella mujer que le había robado el corazón-. Si quieres puedo dormir en el suelo, no quisiera---

Divertida, tiró de su traje hasta llevarlo a la cama junto a ella... Y ocurrió. Fue un beso como aquellos que estremecían cada fibra de su ser, aquellos que compartían cuando eran mucho más jóvenes.
Mientras Vivian volvía en silencio hasta su habitación, eufórica, pudo escuchar un susurro.
  • He sido un tonto. Te he echado tanto de menos... Emily.

(...)


Ni siquiera había salido el sol cuando me desperté. En la cama de siempre, en el lugar de siempre...y me sentía tan bien. Había vuelto a la normalidad, y no necesitaba absolutamente nada más para ser feliz.
Bueno,sí.

  • ¿Una pesadilla? - Karen me miraba divertida desde mi pecho – Ya pasó, no te preocupes, tontorrón.
    ¡La había añorado tanto! No podía contarle todo lo que había vivido, sería un secreto entre mi futura hija y yo.

Se acariciaba la barriguita, que ya empezaba a hincharse un poco.

  • Había pensado en llamarla Luna, ¿qué te parece? -me sonreía en la oscuridad, y eso me daba fuerzas para comerme el mundo.
  • Me parece un nombre precioso. Sí, creo que no podría llamarse de otra manera – y,sin decir nada más, me recosté tranquilo mirando a sus ojos de chocolate. Esos ojos que tanto había echado en falta.

Esos ojos de chocolate que te alegran la vida y te endulzan los sueños.


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